Andanzas

Cuando el viaje más ansiado es regresar a casa (parte 2)

Segunda parte de la historia de una habitante de la Comarca que logró ser repatriada en el marco de la Emergencia Sanitaria.

Al otro día de la llegada salimos a pasear con otros argentinos. Algunos hacía un tiempo que vivían ahí mientras que otros habían llegado prácticamente al mismo tiempo que yo. Mis compañeros de los primeros días fueron una pareja que había conocido en mi anterior visa de trabajo en Dinamarca y que me recibieron en su casa. Llevaban 4 meses viviendo en Colonia. Él hacia reparto de comida en bicicleta y ella limpiaba casas de vecinos que la contactaban mediante una App. Paseamos normalmente, aunque nos costó varios días acostumbrarnos al hecho de que no teníamos que saludarnos con un beso.

El domingo 15 de Marzo, a pocos días de que la OMS declarara al coronavirus Pandemia Global, nos juntamos en mi departamento con dos vecinas argentinas a comer. Pasamos la tarde angustiandonos por la catarata de audios que llegaban, noticias de Argentina y de las medidas que se estaban tomando de manera preventiva. Fue ahí cuando nos enteramos que las fronteras alemanas se habían cerrado, que regía el distanciamiento social y que las clases también se habían suspendido. La Canciller alemana Ángela Merkel había declarado que el 70 por ciento de la población alemana iba a infectarse con el virus de manera inevitable. Quedé impactada con la velocidad de los acontecimientos: Había logrado entrar a Alemania por dos días. Para no desesperar me convencí de que esa entrada casual debía ser un indicador de haber tomado la decisión correcta.

Bici de alquiler en Colonia, Alemania

A partir de ese día decidimos con mis vecinas tratar de aislarnos un poco. Yo salí a andar en bicicleta con otros argentinos pero no quise compartir mate con ellos y me mantuve distante. El día martes 17 empezó mi aislamiento más estricto. Me dediqué a buscar trabajo vía Internet, mandé muchos mails, apliqué a decenas de ofertas laborales que permanecían abiertas en limpieza, restaurantes, supermercados, delivery en bicicleta: cosas que podía hacer sin manejar el idioma. Salía sólo a hacer compras o a dar una vuelta en bici.
Durante esos días constantemente pensé en la posibilidad de volver a Argentina desde donde muchos familiares y amigos me mandaban los teléfonos para llamar por si quería volver. Me negaba a bajar los brazos pero estaba muy angustiada y crecía la incertidumbre, porque no tenia plata mas que para un mes más sin trabajar.

Las respuestas de rechazo de los posibles empleadores eran totales, ni siquiera surgía un trabajo de limpieza de casas. Mi amiga que hacía limpieza decidió cancelar trabajos pero también recibió cancelaciones de empleadores. Otro amigo que hacía delivery seguía trabajando pero le pidieron que se tomara una licencia sin goce de sueldo o las vacaciones. La oferta laboral se había parado y sólo quedaban los supermercados que requerían personal que hablase alemán.

Aún así la cuarentena no era estricta para la población. La gente seguía saliendo a pasear a los parques, de a más de dos personas juntas, aunque se empezaba a ver en los supermercados más medidas de distanciamiento o para proteger al personal. Mientras en Argentina empezaba la cuarentena obligatoria con menos de diez casos confirmados, en Alemania aumentaba la cantidad de afectados; lo que llevó al país a ocupar el tercer puesto en cantidad de positivos, pero aún sin cuarentena obligatoria. Leí en una nota que, si bien Alemania tenia tantos infectados como otros países, contaba con el menor porcentaje de muertes por covid19. Aparentemente esto se debía a la detección temprana de los casos, y a la capacidad del sistema de salud para absorber a los enfermos que requerían tratamiento.

Cuarentena en la casa de alquiler

De forma inesperada, el domingo 22, Merkel pidió a la población realizar un aislamiento más serio por dos semanas, que se aseguraran de realizar salidas individualmente o de a dos personas como mucho. La economía se detuvo visiblemente y las calles se vaciaron. Se había agregado otra semana de aislamiento, y yo seguía sin laburo. Con los días crecía la angustia por sentirme sola y muy lejos de mis seres queridos, no quería ni pensar en qué sucedería si alguien se infectara en mis círculos ceranos. A la par crecía mi incertidumbre económica: si las cosas seguían en ese camino no iba a poder sustentar más mi vida ahí.

Hablaba con mi familia y amigos que intentaban por todos los medios levantarme el ánimo. Algunos sugerían volver lo antes posible, quienes tenían más experiencias de viaje me decían que había que aguantar, que no tenía que mirar tantas noticias de Argentina, que esto iba a pasar pronto… sin embargo esta situación nos superó a todos, nadie imaginaba que hasta un país con los niveles de planificación de Alemania iba a sentir el impacto de esta crisis global de manera tan fuerte.

Probé de todo en mi soledad para distraerme, intenté hacer yoga y meditación, pero necesitaba algo que me quitara la angustia. Salia todos los días a dar una vuelta por suerte la primavera asomaba y eso mejoraba el ánimo general. Durante el día tenía sueño porque me acostaba tarde ya que hablaba constantemente con mis afectos que estaban en otro huso horario. Mis vecinas me daban aliento y me acompañaban por Whatsapp, ellas estaban decididas a quedarse costase lo que costase… pero nada me alcanzó. La idea de volver se hizo cada vez mas fuerte hasta que me animé a mandar un mail el martes 24 de marzo a la Embajada Argentina en Alemania.

Hasta el 21 de marzo Alemania tenía 25 mil casos confirmados de covid19 con menos de un centenar de muertes pero eso cambiaría exponencialmente a lo largo de la siguiente semana.

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