1460

1360 – Likes para todos y todas

¡Llegaron los cien días! Y justo sucede en el día internacional de la felicidad. Acá empieza el otoño, pero no es un equinoccio más. Por primera vez sucede en el marco de un país absolutamente desregularizado y golpeado en su contrato social. Salieron por todos lados los resúmenes de los cien días. Les compartimos algunos que está bueno leer:

En Argentina los cien días significan mucho. ¿Pero por qué? Porque en nuestro suelo nunca estuvimos del todo de acuerdo en el rumbo. Y esto no es inocente. Según CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) en los primeros días de gobierno se puede medir la fortaleza del mismo.
A nivel latinoamericano, Argentina es junto con Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y Suriname uno de los países que no tiene un área de gobierno específica de planificación y seguimiento del desarrollo. El resto de países cuenta con una institución a nivel de Ministerio que se ocupa de la planificación de forma exclusiva.
Planificar es garantía de que se sostenga un rumbo estable por lo menos en ciertos acuerdos. Es decir, tener herramientas para que no venga cualquier refundador completamente desligado de la realidad del esquema geopolítico actual a meternos en guerras, conflictos, desregular por completo nuestra economía, etc. (¿Se imaginan?)

Dice Google que el Día Internacional de la Felicidad se celebra desde 2013, a propuesta del Reino de Bután, un pequeño país en el Himalaya que, en lugar de enfocarse en el Producto Interno Bruto (PIB) como medida de progreso, promueve la medición del Índice de Felicidad Nacional Bruta. ¿Qué podemos extraer de esto?
Que quizás sea posible dotar de relevancia al bienestar de quienes habitan este suelo. Sacarlos de planillas Excel y hacer un trabajo de atención y escucha… lo que se dice gobernar de forma justa si sos gobierno, o participar de la vida democrática con responsabilidad si sos un ciudadano de a pie.

En “La promesa de la felicidad”, Sara Ahmed se pregunta por la insistencia que tiene nuestra sociedad actual en hacer cumplir el mandato de la felicidad. Ella está siempre asociada a determinadas elecciones de vida y no a otras, la felicidad adoctrina y legitima ciertos modos de vivir en tanto que condena aquellos que expresan malestar.
El feminismo, los gremios, la gente que protesta en las calles está aguando la fiesta de unos pocos que nos distraen con la autoayuda. ¿Alguna vez se cruzaron esos posteos de comíamos barro, caminábamos noventa kilómetros cargando al burro en andas para comprar el pan pero tuvimos una infancia felíz? Sí, eso que llamás felicidad es conformismo no reconocido.
La incomodidad y la infelicidad pueden dar pie a salir de esos lugares y tratar de mejorar las condiciones de todos. Ojo, la felicidad puede ser tu familia, tus mascotas, tu amor, lo que disfrutes comer, una caminata en la montaña, sacarte fotos… la felicidad puede ser casi cualquier cosa. Pero no hay felicidad en el malestar colectivo.
Si como decía Jauretche nada grande se puede hacer con la tristeza, redoblamos la apuesta para estos tiempos y recordamos que nada va a cambiar si forzamos esta felicidad artificial. Tenemos que poder imaginar otro mundo posible o sencillamente estaremos en un estado de crueldad felíz.

Categorías: 1460, Slider

Dejá una respuesta