Andanzas

Las distancias

Alerta de spoiler. El relato que van a leer bien podría ser el guión de un sketch de la empleada pública de Gasalla o la realidad de un hospital monovalente de salud mental.

— Lo más importante ahora es el triage. Por ahora en este tipo de hospitales no hay otras indicaciones. Las personas que estén ahí son las que verdaderamente los van a salvar del contagio y son ellos los que deben disponer de los insumos de protección– dijo el Dr. V., infectólogo invitado para despejarnos dudas.

Me reí porque 4 horas antes cuando entré al hospital por la puerta de Ramón Carrillo me hicieron el triage:

Primera parada: pisar un trapo de piso y mover los pies deslizándolos hacia atrás tipo paso de Michael Jackson. Tengo dudas de que hubiera algún líquido antiséptico en ese trapo viejo. Me juego más por Poett Bosques de Bambú.

Segunda parada: una enfermera o una psicóloga de consultorios externos te tira alcohol al 70% en las manos con un envase con gatillo. Por suerte tienen guantes y barbijos de tela. Veremos si para el lunes les consiguen camisolines y protectores oculares, tal como dijo el infectólogo.

Tercera parada: tocar el ascensor con el codo mientras el personal del triage te mira de reojo a ver si lo haces bien.

En cada parada una sensación:

Primera parada: viaje al momento cuando estaba jugando en la terraza o en el patio y chapoteaba con el agua que salía de la manguera amarilla y mamá me gritaba: ¡Secate los pies en el trapo antes de entrar!

Segunda parada: ardor repentino. Una ola de calor me recorre el cuerpo porque tengo la piel de las manos con pequeños tajos de tanto usar productos de limpieza y alcohol en gel. El alcohol al 70 entra directo en las heridas y le manda a mi cerebro la señal para que la respuesta sea dolor. Se pasa rápido por suerte.

Pienso que la tercera parada debería haber sido la toma de temperatura corporal. Pero no están los termómetros. Así que este paso solo queda en mi pensamiento. Toco el ascensor con el codo. Hace mucho que no tenía una primera vez de algo ¿será que en este tiempo de coronavirus habrá muchas primeras veces de algo?

Vuelvo de mis pensamientos a la charla en el auditorio. Estamos reunidos el 80% del personal a una distancia de 1,5 mts uno del otro (siendo muy generosos). Algunos están indignados por la reunión y la forma de agruparnos, otros miran el celular, otros se los ve desesperados por levantar la mano y preguntar lo que sea que contenga la palabra barbijo en el enunciado.

Trabajo en un hospital de Salud Mental Infanto Juvenil. Atiendo jóvenes de 13 a 18 años que están internados. La mayoría hace mucho más de lo que la Ley 26.657 recomienda. En este momento sólo están internados los jóvenes que no mostraron resolución del cuadro agudo por el cual ingresaron y los eternos. Los que no tienen red familiar continente, los que esperan su lugar en un hogar donde continuar con su vida. Ellos y ellas viven en cuarentena, desde siempre.

El jefe de Enfermería, en el espacio de pregintas y comentarios, le dijo al doctor que nuestros pacientes no entienden de distancias. Para ellos el contacto físico con el otro es imprescindible. Es muy difícil decirles que no cada vez que nos abren los brazos en cruz esperando el abrazo. Ya se acostumbraron al codo. Se acostumbran a todo. Para ellos el encierro es el mismo. La cuarentena no hace la diferencia.

Para los que los atendemos sí. Porque tenemos un miedo latente.

La semana pasada fui a trabajar con ambo y B. un pibe de la sala de varones me dijo:

— Eh Belu ¿tas de guardia hoy que te vestiste así?

Hoy me tuve que poner un barbijo para entrar a las salas.

Hoy sólo me miraron y la distancia fue abismal.

María Belén Casas

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