Tras un mes de cuarentena Argentina llegó al punto en que, según el Ministerio de Salud, “toca redoblar esfuerzos para frenar la curva de contagios”. El virus ya circula en mayores proporciones a lo que se lo importa pero se acentúa el rechazo hacia quienes intentan regresar a sus hogares e incluso hubo casos de hostigamiento al personal de salud. En los próximos días llegarán cada vez más repatriados a la Comarca Andina por lo que dependerá de nosotros demostrar que somos una comunidad solidaria.
“Nosotros nos estamos cuidando hace mucho para que no llegue el virus y encima traen a más personas” es el espíritu común de los comentarios más leídos en las noticias que anuncian el regreso de las y los pobladores a sus hogares. Sigue presente la sensación de que el virus es algo que algunos traen desde afuera en lugar de reconocerlo como un flagelo que nos afecta como comunidad mundial.
Existe una “doble vara” para medir el respeto a la cuarentena porque hay mucha gente que no la respeta sin haber viajado pero se cree con el derecho de señalar a a aquellos que quieren regresar a sus hogares para cumplir con ella.
LaSirena dialogó con Gabriel Rotman, el hotelero que tuvo un rol central en el regreso de los argentinos varados en Ecuador y que sumaban 900 hasta hace una semana. Al igual que le sucedió a muchas otras personas, Gabriel se encontraba realizando viajes de trabajo en Guayaquil cuando se declaró la cuarentena que lo dejó varado. Muchas aerolíneas siguieron vendiendo vuelos creando la falsa ilusión de que era posible regresar a la semana siguiente y fue así que a diez días de la cuarentena no había forma posible de salir.
“Vi situaciones muy desagradables, muertos en las casas donde no sabían qué hacer con los cuerpos, un sistema de salud colapsado por completo y sin infraestructura sanitaria y la desesperación por intentar salir y que no hubiera un embajador o embajadora allí”, relata Gabriel. A través de las redes sociales, Rotman logró comunicarse con ecuatorianos varados en Argentina y con otros 800 argentinos y argentinas que se encontraban en su misma situación. Fue gracias al esfuerzo en equipo, al diálogo permanente con Felipe Solá y a la perseverancia por más de 42 días de “terror y angustia” que lograron regresar a casa.
Sin embargo la odisea no termina allí. Gabriel sigue en contacto con aquellas personas que regresaron a Capital Federal pero siguen lejos de sus hogares y sus familias. “Hay personas de las provincias que regresan a sus pueblos y no los dejan entrar. Los amenazan, existen situaciones de violencia y mucha angustia. Las familias terminan por dejar a sus seres queridos en hoteles que deben abonar de su bolsillo y no es cierto que se trate de familias pudientes: hay casos de gente que ahorró por muchos años para poder viajar y al regresar se encuentra con reproches por el hecho de haber ejercido su derecho a unas vacaciones”, denuncia Gabriel.
Según Rotman existe una “doble vara” de algunos sectores de la sociedad para medir el respeto a la cuarentena porque hay mucha gente que no la respeta sin haber viajado pero se cree con el derecho de señalar a a aquellos que quieren regresar a sus hogares para cumplir con ella. “Recordemos que quienes vienen de otros países llevan incluso más cuidados y cuarentena que quienes permanecieron en el país”, apunta Gabriel.
Quienes llegan como repatriados vienen de 40 días de encierro total a los que se suman otros 14 días en los que no se permite ni abrir la puerta del hotel. El gobierno se encarga puntillosamente de aislar y monitorear por GPS a quienes van llegando. De momento son 3 mil las personas que regresaron a casa, pero faltan otros 6 mil varados que llegarán en oleadas y se teme que las agresiones vayan en aumento.
En Capital Federal la situación se maneja con muchos voluntarios y voluntarias que se exponen para tratar de llevar contención pero en las provincias la repatriación recién comienza. Es necesario realizar un trabajo coordinado para contener a las familias o personas varadas que pasaron más de un mes de incertidumbre y angustia. Hay mucho para trabajar y el problema es grave. “Existen casos de riesgo que deberían tener resguardo policial porque aunque parezca increíble los están amenazando de muerte”, se lamenta Gabriel.
En un contexto de crisis y encierro crece el riesgo de caer en la violencia con el otro. Está en cada uno de nosotros decidir si seremos funcionales a la pandemia o a la mejoría social y por eso la situación se vuelve más compleja con el paso del tiempo. “Es fundamental ser solidarios, empáticos y responsables” en partes iguales, reflexiona Rotman.
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