Carta de lectores

Política de Estado que transformó lo invisible: una historia de la universidad pública

Vivíamos en una casilla de 3×3 allá por el 2001, mi viejo laburaba desde las 6 hasta las 17 hs que volvía de cortar pasto, iba y venía en bicicleta. Llegaba, se preparaba e iba a laburar a la escuela de portero hasta cerca de la medianoche de lunes a viernes. Los findes seguía cortando pasto. Cobró mucho tiempo $15 el día… Si si $15, con eso comíamos día a día, si no podía laburar porque se enfermaba, se ponía difícil todo. Mi vieja hacía alguna que otra changuita que encontraba…

Cagábamos en un balde…

Nos bañábamos en un fuentón…

Aún así, con ayuda de mi familia, claro, que nos ayudaban con tirantes o algún material, mis viejos iban construyendo su actual casa de material. Una casita que mi viejo había dibujado y diseñado en una maqueta cuando yo era chiquito. Sinceramente, creo que nunca les dije, jamás tuve la esperanza de que pudieran cumplir ese sueño… Me parecía un sueño inalcanzable, que no llegaba, que no llegaría. Era EL sueño que tenía de pibito, que me duró hasta gran parte de mi adolescencia… una casita cómoda, grande, con una habitación que sea mía, una casita con servicios donde no tuviera que salir a buscar leña y cortarla para calefaccionarnos o para bañarnos…

Luego de un par de años pudimos mudarnos a aquella casita en proceso de construcción. El terreno está dividido por un pequeño arroyo -que siempre marcó algo especial en el lugar- que ubicaba la casilla en la parte izquierda y la casita en construcción en la derecha. Era una casita simplemente en construcción, con contrapiso, ventanas de nylon, puerta casera, chapa de cartón, estufa de chapa toda agujereada, pero eso sí… era nuestra. La estaban levantando mis viejos, solitos, a la par, sin conocimiento de albañilería más que la necesidad de construir. Preguntaban y probaban….y así fueron avanzando hasta instalarnos. Dormí mucho tiempo en el pasillo, pero era realmente mucho más cómoda que aquella casita.

Esta historia encuentra su punto de flexión allá por el 2008/2009 en donde en nuestro pequeño pueblito de El Bolsón el Estado Nacional decide instalar una Universidad Nacional Pública y Gratuita, la UNRN.

Mi viejo logra conseguir laburo en la Universidad, con ayuda y acompañamiento, lo logra. Siempre hacía cursos de capacitación de su laburo, lo cual fue sumando para ganarse su lugar… Es precisamente en este momento en donde la historia de mi viejo, mi vieja y yo empieza a cambiar.

Hoy me cuesta demasiado trabajo pensar en otra forma de salir de ese momento…Y eso que nos esforzábamos eh, mirá que nos esforzábamos. Si sacan cuentas, mi viejo laburaba cerca de 17 hs de lunes a viernes y los sábados a veces hasta el mediodía, a veces hasta las 5 o 6 de la tarde. Todo para que yo no tuviera que trabajar y sólo me dedicara al estudio… Entonces ¿de qué Meritocracia me hablan? ¿Cuándo mis viejos habrían terminado su casa? ¿Cuánto tiempo más mi viejo hubiese soportado ese ritmo laboral? En ese proceso de transición mi vieja enfermó, heavy, cáncer… Mientras mi viejo laburaba era yo quien tenía que ir a buscar troncos y cortarlos con la motosierra para poder calefaccionarnos ¿qué pasaba si mi viejo también se enfermaba o le pasaba algo? ¿Cómo comíamos? Para quienes conocen El Bolsón, mi viejo laburaba en Villa Turismo, es decir, hacia el pie de la montaña, en subida tenía que ir en bicicleta con una moto guadaña al hombro, día tras día. Recuerdo que más de una vez llegó todo lastimado y con la bicicleta partida en dos… ¿De qué Meritocracia me hablan?

Durante un año mi viejo tuvo que laburar en la Universidad y en la escuela donde trabajaba, todo el día. Mientras la Universidad se instalaba mi viejo aún no percibía su sueldo hasta después de varios meses. Fue muy difícil… tal vez el momento más difícil económicamente del que yo tenga memoria -por supuesto que hay más, sólo que yo era muy chiquito para recordarlo o ser consciente de ello-. Sin embargo el sueldo llegó y se estabilizó una vez que la Universidad también se consolidó en el pueblo y ahí nuestra vida comenzó a ser otra…

El piso, las chapas, el baño, ventanas, mi habitación… parecía Magia, realmente, las cosas se iban dando. Ese sueño de un pibito, que se mantuvo hasta gran parte de mi adolescencia, hasta casi egresarme del secundario, se iba cumpliendo finalmente. Pero como dijo Cris… No fue magia. A mi viejo jamás le regalaron nada, nunca nada, siempre laburó a lo bestia, mi vieja igual… Pero en las condiciones en que trabajaba, con el sueldo en negro y diario que ganaba jamás habría llegado donde hoy está, jamás habríamos llegado donde hoy estamos. Todo fue posible gracias al laburo en la Universidad. No sólo le brindó estabilidad laboral y un sueldo digno, sino que también me brindó estudios. Una vez que terminé la Diplomatura mis viejos pudieron hasta bancarme un año acá en Bariloche con mi profesionalización…Y no fue sino por la Universidad que yo consigo laburo estable y en blanco. La universidad nos cambió la vida. Pero no, no fue magia. Fue la decisión de un Estado presente. Fue la decisión de un Estado que invierte en Educación. Fue la decisión de brindar oportunidad de acceso digno de formación profesional a un pueblito de no más que un puñado de habitantes. No sólo brindando laburo, sino que brindando formación para mejorar las condiciones laborales y así mejorar las condiciones de vida. No sólo económicamente, que es la base, sino socialmente… Fue la decisión de un Estado con políticas de inclusión… para que mis viejos y yo, que siempre la remamos, que la pasamos mal, de casa en casa, de acá para allá, podamos acceder a una vida digna.

Néstor fue el Presidente de aquel momento, Cristina la continuación de esas políticas. Digan lo que digan, cuenten como la cuenten, esta historia es mía. Esta es mi historia. Yo la viví, mis viejos la vivieron. Nadie me la contó…Mi conciencia de clase me lo demanda siempre: Jamás olvidarme de dónde vengo y qué hizo posible que hoy esté donde esté.

Por esto, cada vez que escucho “los políticos son todos iguales”, “la política es una basura”, “son todos chorros”… me duele, aún más cuando se trata de personas que son beneficiarios de esas políticas públicas estatales… me duele y me da bronca. Pero entiendo… porque mucho tiempo no tuve ni idea de qué era la política hasta que lo estudié. Hasta que comprendí de dónde vengo y por qué el mundo funciona así. Y hasta que comprendí que mi queja, mi enojo, mi condición de vida, mis decisiones, mi mirada, mis discursos, mi pensamiento, como el de todes, son políticos. La política es mucho más que un partido, como dice el feminismo: lo personal es político. Por ende, todo lo que haga es político. Si veo la tele y me quedo en mi casa, es político. Si apago la tele y agarro el celular, es político. Si salgo a la calle a luchar por mis derechos, es político. La política está, porque vivimos en un sistema político… y están quienes la usan para beneficio propio, obvio, sí. Y están quienes no entienden nada y nunca jamás les interesó nada. Están quienes no la necesitan y la usan… Pero cada tanto, aparece alguien que, consciente de su rol de Estado, nos cambia la vida a millones.

Perdón la poca elocuencia, pero palabras más, palabras menos, fue así.

Néstor nos devolvió la dignidad tanto al país, como a mis viejos y a mí luego del 2001.

Gracias Néstor… hoy y siempre.

Por Jonathan Peña. Estudiante avanzado del Profesorado en Lengua y Literatura. Republicado con permiso del autor.

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Una respuesta »

  1. Gracias por tu escrito,muchos sentimos lo mismo,la patria es el otro.Merito? Si,sin ninguna duda.Peri con un gobierno que proteja a los que menos tienen,

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