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1442 – Cómo no la vamos a ver

Seguramente recordarán de su infancia el cuento de Andersen El traje nuevo del emperador. La trama podría resumirse así: un monarca ególatra es embaucado por unos pillos que le venden un traje de una tela con una cualidad particular: era invisible a los ojos de los estúpidos e ignorantes.  Así el rey se pasea desnudo por las calles pues ni él ni su séquito de obsecuentes es capaz de admitir que no pueden ver el traje que le han confeccionado. El pueblo temeroso (no tanto de ser tildado de ignorante como de ser castigado) contempla la escena conteniendo el asombro hasta que un niño grita lo que todos ya estaban viendo: ¡el rey está desnudo! Las burlas estallan, lo que queda al descubierto no es solo el cuerpo del mandatario sino su propia soberbia y estupidez.

En la puja por la institución de su megadecreto, Milei sube a sus redes la imagen de la casa rosada con la frase No la ven sobre la bandera argentina. Imagen que aplaudirán y replicarán sus secuaces libertarios con la euforia de sentirse parte de quienes sí la ven y sí entienden, detentores de un conocimiento que la mayoría no logra acceder. Ya Milei había dicho en campaña que los libertarios eran superiores moral y estéticamente, así que deducirá el mandatario que el intelecto también está de su lado. En la vereda de la ceguera estamos quienes, por una inferioridad cognitiva, aún no divisamos de qué forma la concentración del poder en el ejecutivo, la libertad para privatizar empresas nacionales, despedir trabajadores sin indemnización, quitar subsidios a los servicios de energía, gas y trasporte, entre tantas otras astucias, nos llevan a construir un país mejor.

Es verdad que ante el bombardeo a las instituciones y a los derechos individuales y colectivos que supone el DNU es difícil hacer foco y la vista se nubla. Naomi Klein lo denominó doctrina del shock en su libro homónimo del 2007. La tesis de Klein, fundada en una extensa investigación histórica y en zonas de desastre, plantea que el libre mercado global precisa sistemáticamente de la violencia y la conmoción para perpetrarse, poniendo así en jaque las estructuras democráticas de los países. Desde crisis económicas, invasiones militares, atentados terroristas hasta desastres naturales, todo se capitaliza para que el libre mercado se abra paso en las sociedades del mundo. De acuerdo con la autora, experiencias traumáticas como las que mencionábamos han sido aprovechadas para instaurar el “capitalismo del desastre”, una doctrina formada bajo los presupuestos políticos, económicos y sociales desarrollados por el padre de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, y cuyo principal objetivo es desmantelar los restos del Estado de Bienestar y promover a nivel global el modelo de desarrollo neoliberal. No olvidemos que Milei ha apodado a sus canes con los nombres de distintos referentes de esta escuela de pensamiento económico.

Sintéticamente, los seguidores de Friedman postulan que detrás de toda “tragedia” es posible ver una “oportunidad”, como es la de aprovechar el trauma colectivo para promover e implementar reformas económicas y sociales de carácter radical sustentadas en los principios básicos del corporativismo como son la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas privadas y un gasto social prácticamente nulo. Podríamos decir que, en nuestro caso, si bien la situación económica de la mayoría de la población es crítica, se viene construyendo desde el gobierno la narrativa del desastre para alentar una transformación profunda del Estado de forma inconstitucional y por ende ilegítima.  A su vez, se nos hace carne la doctrina del  shock cuando tenemos un decreto que abarca desde las restricciones a las manifestaciones y el derecho a huelga, hasta la modificación de leyes que protegen bosques y glaciares, pasando por la eliminación de la movilidad jubilatoria, la libre toma de deuda por parte del ejecutivo y la habilitación a la instalación de tropas extranjeras en nuestro territorio.

 Pero ya no vemos borroso: lo que hoy está al desnudo es un plan político económico que sigue concentrando el capital en manos de los cinco apellidos de siempre, arrasa con nuestros derechos, destruye el ambiente y encima nos quiere convencer que es la única alternativa posible. Seamos el niño del cuento de Andersen, porque a veces hay que gritar obviedades hasta que tengan el eco suficiente.

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