Wallace Henry Hartley fue un violinista, director de la Wallace Hartley Band que viajaba en el RMS Titanic en su fatídico viaje inaugural. Se hizo famoso al dirigir a los ocho miembros del grupo mientras el barco se hundía el 15 de abril de 1912, escena que fue recuperada en la famosísima ficción de James Cameron. Se puede decir que a 118 días muchos sentimos cómo se debe haber sentido Wallace.
Planificamos, estudiamos, cumplimos nuestras tareas, hacemos una vida aparentemente normal mientras la locura se apodera del entorno, los precios suben y la tolerancia social baja. Al gobierno nacional le importa poco lo que suceda en el Titanic. Gracias al DNU y la cobardía o complicidad de unos cuantos, lograron un verano de negocios que dure lo que dure ya cumplió gran parte de los objetivos económicos en plena crisis recesiva.
A los libertarios y sus votantes fanáticos, si, esos que se creen Vicentín, les va llegando demasiado lento el agua al tanque.
Los de la orquesta seguimos tocando no solo porque estamos para eso, si no también porque tenemos derecho a vivir nuestras vidas así sea en sus momentos más amargos. Lo que creemos, lo que sabemos, puede estar en crisis generalizada pero en algún momento el naufragio terminará en distintos posibles desenlaces.
Tocar en la orquesta no es ser cómplices, es encontrar el lugar para esperar el momento. Es intentar continuar acompañando con nuestra presencia a quienes pueden acceder a los botes salvavidas y evitar que el resto terminemos arrojados. El sonido de la orquesta llega a todos los espacios en esa fría noche gélida pero sus integrantes no están pensando en subir a ningún bote: planeamos seguir en el lugar para hacer las veces de conexión.
Sabemos que esta orquesta no está destinada a hundirse si no a musicalizar el momento en el que se inviertan los roles y nos toque recuperar lo que quede. Es obligatorio unificar los esfuerzos y que dejar de tocar no sea porque nos llegó el agua, si no porque entre quienes estamos conscientes del momento decidamos de una vez y por todas unificar los esfuerzos para defender nuestra soberanía nacional.
La tripulación que nos chocó de frente y costado con el iceberg no planea quedarse en el barco. Se irá en helicóptero hasta que haya terminado la próxima reconstrucción.
El resto, estaremos aquí para ensamblar los trozos y algunos otros sobrevivirán para meternos de nuevo en este viaje del horror bajo el lema de que “nadie les regaló nada”.