Para el mercado es más fácil ser hegemónico en naciones sin Soberanía. Dados a elegir, la mayoría de los que hoy ocupan el escenario político prefieren la salvación individual a sostener cualquier base de principios. No es una afirmación infundada: Basta con ver cómo se viene votando todo en el Congreso. Algunos victimizándose y escudándose en el temor que provoca terminar en el centro del ataque de los medios de comunicación.

Incluso las provincias votan en detrimento de la unidad nacional bajo la excusa de acrecentar el horizonte productivo y del desarrollo a costa de lo que sus vecinas pierdan.
Algo se extrae: Hoy estamos más cerca de la esclavitud.

Nuestro país es de todos los argentinos, no es de una decisión o capricho de unos pocos, no es de las provincias en soledad. La soberanía implica la integridad territorial de la Nación y es la responsabilidad de todos los representantes políticos a quienes pagamos los sueldos el defenderla.

Si te llenan el muro y las redes de señores expresidentes calentones, condenas selectivas a la violencia machista pero a la hora de tratar la expulsión de representantes que buscan reivindicar genocidas no dan los votos, o si te celebran la venta de los territorios como un triunfo político, es claro que te están mintiendo. Hay que preguntarse qué elefante está pasando por atrás.

El término Balcanización describe el proceso de fragmentación en partes o estados más pequeños y virtualmente homogéneos que son, mutuamente hostiles y no cooperan entre sí. En un mundo colonizado por el capital ninguna Nación es ajena a esto; el problema es que en nuestro país los individuos gobernantes no tienen un solo escrúpulo: buscan llevarnos al colonialismo sin escalas como si se tratara de un short selling.

Ley de la selva y juegos del hambre entre provincias fueron las mejores descripciones recientes que circularon en torno al proceso que ciertos funcionarios hinchados como sapos celebran como triunfo político mientras los territorios que gobiernan se desangran.